“Una Toyota Hilux 2022 (camioneta), que yo se la vendí en 56,500 dólares en agosto a un cliente, se volvió a revender ahora, usada y con cinco mil kilómetros, en 58,500 dólares; 2 mil más de lo que costó nueva”.
Esta cita, que corresponde a Juan Peña, administrador de uno de los dealers ubicados en la avenida 27 de Febrero, en el Distrito Nacional, resume el período que vive la industria automotriz: una revalorización de los vehículos nuevos y usados, causada por varios factores.
Peña declaró que, además del aumento de los 2 mil dólares en el precio de la citada camioneta, el cliente tuvo que pagar otros 55 mil pesos por el traspaso. “Y yo tengo la información de que ese mismo vehículo, cuando llegue nuevo a final de abril, porque no hay, va a costar entre 62 mil y 63 mil dólares”.
De igual forma, apuntó que una Jeep Grand Cherokee 2017, antes de la pandemia costaba alrededor de 850 mil pesos y que, en la actualidad, el mismo vehículo, se cotiza por encima del millón de pesos. Indicó que el precio de los automóviles ha subido entre un 20 y 25 %.
Manifestó que el encarecimiento internacional, principalmente en Estados Unidos, del precio de los autos ha afectado las ventas, añadiendo que la problemática hace que los clientes se rezaguen a la hora de comprar los vehículos.
A mediados de julio de 2021, medios de comunicación internacionales, citando datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, informaban que el costo de los autos usados en ese país creció un 45.2 % en el último año, principalmente porque había menos vehículos nuevos en oferta en el mercado, lo que obligaba a los consumidores a acudir a las unidades usadas.
El alza en el precio de los vehículos obedece a varios factores, internos y externos: la escasez de unidades, nuevas y usadas; la demanda de estos y la tasa del dólar, de acuerdo a vendedores consultados por Diario Libre.
Peña, quien es administrador del dealer AutoStore RM, entiende que el costo de los vehículos se va a estabilizar, aunque proyectó que será a “muy largo plazo”.
“Dependemos de un mercado, que es el estadounidense, que es el que rige y el patrón, y a partir de ahí es que podemos saber, además de la tasa del dólar. Pero yo entiendo que sí, que una vez los vehículos nuevos comiencen a llegar a su destino, pues se van a estabilizar (los precios)”, planteó.
Hasta mil dólares en tres meses
Yosvert Basque, vendedor en el dealer Reynoso Motor, ubicado en la misma 27 de Febrero, destacó que solo desde el pasado noviembre y hasta la actualidad, algunos vehículos registran incremento en su precio de aproximadamente mil dólares.
Basque sostuvo que, además del aumento de los precios, algunos tipos y marcas de vehículos están escasos, citando entre ellos las camionetas y las yipetas (especialmente las Hyundai, Honda y Kia), que afirmó son las que tienen mayor demanda y están más difíciles de conseguir en el mercado.
“En noviembre del año pasado, la proyección era que subiera entre un 2 y un 3 por ciento (el precio promedio de los vehículos usados). Sin embargo, comenzado el año, la realidad fue distinta, se incrementó en un 5-6 por ciento, promedio, incluso para República Dominica está sobre la media para el Caribe y América Latina”, señaló.
Aunque aclaró que todas las marcas de vehículos han subido de precio, precisó que las que están bien posicionadas en el mercado, como Toyota, Honda, Hyundai y Kia, han disparado su costo.
Refirió que la situación no ha afectado las ventas, sobre todo de vehículos usados y con motores diesel.
Durante 2020, en plena debacle económica, producto de la pandemia de COVID-19, al país se importaron 207,491 unidades vehiculares, nuevas y usadas, aunque la cifra implicó una caída de un 26.9 % cuando se compara con las 283,992 que ingresaron un año antes, de acuerdo a los datos de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII).
Para ese año, del total de vehículos registrados en el parque vehicular dominicano, el 63.6 % era de origen japonés, el 11.2 % surcoreano, el 11.3 % estadounidense, el 6.7 % provino de Europa y el 6.2 % de otro destino, detalla el informe de la DGII.
Se han afectado las ventas
Una opinión diferente tiene el administrador de Meca Auto Import, Wody Suárez, quien declaró que el aumento de precios de los vehículos les ha afectado “bastante” las ventas.
“El que tenía para comprarse un carro de 400 (mil) ya no lo encuentra, debe buscar 100 (mil) más o buscar un vehículo de más años de fabricación”, puntualizó.
No sabe si la situación volverá a la normalidad. “Porque todo lo que ha estado es subiendo. Tenemos casi un año en esto”.
Citó que un carro Hyundai Accent de 2015, que antes de la pandemia costaba 400 mil pesos, puede venderse en la actualidad en más de medio millón de pesos. Aseguró que las camionetas usadas están costando un 40 % más.
“Todas las marcas han subido de precios. Incluso, se ha afectado la producción. Tú vas a buscar una Toyota Hilux nueva y no hay. ¿Por qué? Eso se está originado en Estados Unidos que, con la pandemia, la gente dejó de ir a los trabajos y eso afectó la producción. En el caso de la Ford, por ejemplo, ellos no tenían la computadora ni hombres para trabajar”, observó.
Microchips frenan la industria
La escasez mundial de microchips, otra de las consecuencias derivadas de la pandemia de coronavirus, está provocando retrasos en la producción de automóviles nuevos, y a finales de 2021 se estimaba que la problemática le causaría pérdidas a la industria automotriz para ese año por 210 mil millones de dólares, al dejar de construirse 7.7 millones de vehículos menos de lo previsto, según recoge una historia de la revista Forbes.
La crisis de los microchips se inició cuando, a principios del virus, los fabricantes automotrices tuvieron que suspender durante semanas la producción de vehículos, debido a las medidas de confinamiento para frenar los contagios de la enfermedad, adoptadas por numerosos países, lo que redujo las órdenes de compra a sus proveedores.
Al mismo tiempo, otros sectores de la economía experimentaron un aumento de la demanda de productos que requieren microchips, por el mayor número de personas trabajando y estudiando desde sus hogares.
Debido a esa situación, en Estados Unidos, General Motors, Ford y Stellantis, los tres mayores fabricantes automotrices, se vieron obligados a suspender la producción de algunos modelos y a destinar los chips a aquellos modelos que son más rentables para cada compañía.