La sociedad dominicana debe dar un cambio en relación a la medición de la pobreza e impedir que se sigan utilizando definiciones estadísticas que permiten a los gobiernos manipular el número de pobres, ya que “no es” un dato, sino un fenómeno social que se produce y se reproduce en el mundo del trabajo, de acuerdo a las conclusiones de una investigación auspiciada por la Fundación Friedrich-Ebert en conjunto con Ciudad Alternativa.
El estudio, “Producción de pobreza en el mundo del trabajo” fue realizado por los investigadores sociales Jenny Torres y Juan Luis Corporán.
Los autores aceptan la sentencia del sociólogo francés Serge Paugam que plantea que “los gobiernos eligen definiciones estadísticas que les permiten manipular el número de pobres ante la opinión pública, para demostrar que durante su mandato el número de pobres disminuyó. Esa reducción numérica es un artificio”.
El libro busca aportar en la construcción de nuevos conocimientos que puedan identificar las causas estructurales del fenómeno de la pobreza de manera que se produzca la definición de políticas públicas que dejen de tratar el fenómeno como si fuera algo estático, como una foto que recoge características pero ignora el fondo que lo produce.
El documento en el análisis de los tipos de trabajo que produce el mercado laboral, destaca que para el año 2019 alrededor de 2 millones de personas ocupaban puestos con ingresos (tomando en cuenta sólo el origen laboral) que no alcanzaban a llegar a la canasta básica del quintil uno.
Esto, ocupando posiciones poco atractivas por la carga que implican y la escasa remuneración.
Salarios
El documento advierte que las mediciones estadísticas ignoran las relaciones de poder y los cercos que se establecen en el mundo del trabajo, que se beneficia de la existencia de tanta población desprotegida que no parece tener más remedio, dado el abandono del Estado, que el de aceptar empleos con salarios de miserias.
“Salarios que para los minimalismos que promueven las mediciones estadísticas sirven para brincar los umbrales, pero no para generar bienestar. Y que ante las ausencias históricas en la provisión de los derechos fundamentales, estas familias ven diezmados sus pocos ingresos para poder satisfacer su derecho a la alimentación, salud, educación, deporte, arte, entre otros”, afirman.
De igual modo, llama la atención de que esta población empobrecida tiene una carga pesada en el mundo del trabajo, pero más aún las mujeres, pues a pesar de que el análisis de más de 40 encuestas desde año 2000 hasta el año 2020 muestra un aumento en la participación de la mujer en la población económicamente activa y una reducción de la brecha.
Afirman que “las mujeres continúan concentradas en ramas de actividad económica ligadas al cuidado, como lo son enseñanza, educación, hoteles, bares y restaurantes y otros servicios, mientras que los hombres se concentran en los sectores de mayores garantía de condiciones y salarios, como agricultura y ganadería, industria, construcción, transporte y telecomunicaciones”.
Emilio Ortiz. El Nacional