Un nuevo día ha amanecido sobre dos países desolados por la tragedia. Cientos de miles de personas en Turquía y Siria han pasado la noche en sus vehículos o agolpados en polideportivos y refugios, algunos incluso en la calle tratando de luchar contra las bajas temperaturas con fogatas improvisadas.
Sus hogares son un montón de cascotes, se han visto dañados o temen que lo hayan sido y que puedan derrumbarse con el paso de las horas. Muchos de ellos esperan noticias de sus seres queridos, atrapados bajo los escombros. La cifra de muertos no para de aumentar: supera ya los 5.000 entre ambos países, pero se teme que el número final sea muy superior. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha declarado el estado de excepción en las zonas afectadas por el terremoto, que estará en vigor al menos durante tres meses.
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